Todos los músculos de su cuerpo, incluido su corazón, se declararon en huelga.
Sentados, sobre cada una de las butacas del Paraninfo Ché Guevara, escuchaban todos y cada uno de los asistentes del Seminario de Justicia Indígena al Fiscal de Asuntos Indígenas de Chimborazo. Después de todo y a pesar de los rumores, incluso en contra de lo que muchos creían en el auditorio, cuando el Fiscal contó, se supo que con ayuda de las declaraciones de aquel que le dio muerte, declaraciones escuchadas por el Fiscal; que murió tranquilo. En realidad dormía cuando su cuerpo le dio la posdata de su último aliento.
La noche anterior a la muerte, nos contaba el Fiscal de Asuntos Indígenas de Chimborazo, Joselito Pallo; la víctima, hoy enterrado ya, asistió a una fiesta de bautizo en la casa de una antigua novia de juventud. El marido de la señora estaba enterado, cuenta el Fiscal con una seguridad que no deja dudas; mientras todos los que le escuchaban en el Paraninfo se interesaban más, e incluso se anticipaban al desenlace de la historia. Pero nadie atinó a la realidad de los hechos. A Joselito Pallo, a pesar de la seriedad, se le notaba que quería rescatar de la justicia indígena algo que a la justicia ordinaria probablemente le hace falta.
Ningún juzgado civil habría logado averiguar que pasó esa noche. Todo después de los tragos y antes del amanecer era un misterio. Pero solo eso que llamamos juzgado indígena, y aquellos que lo conformaron, es decir, los padres del homicida, su esposa, los dirigentes de la comunidad y unos pocos allegados, solo este juzgado logró sacar a la luz lo que ocurrió esa madrugada; así hablaba Pallo sin disminuir su convicción.
El Fiscal contó lo que los comuneros le decían. Mashy Fiscal ¿qué hacemos mandándole a la cárcel? El muerto, muerto está, pero tiene hijos y esposa que cuidar y no permitiremos que ellos paguen con la justicia ordinaria el quedarse sin esposo y sin padre; así me hablaba la comunidad decía el Fuscal.
El misterio se develo de la siguiente manera. Esa madrugada, el señor de la casa, hombre bravo y muy celoso regeneró los celos de antaño y buscó, en lo más profundo de sus sentimientos, los celos que serían la base para su inevitable violencia. En esa madrugada el licor que ambos tenían en sus venas y que ardía hasta su cabeza solo tenía una solución.
Armados con palos se dieron mutuamente, hasta que cansados, intercambiaron insultos y se fueron cada uno por su lado. El occiso se fue caminando después de la pelea, llegó a su casa y se acostó recordando viejos amores mientras una sonrisa cruzaba su rostro, mientras, el sol empezaba a salir.
Cuando el sol salió completamente, el personaje del relato contado por Joselito Pallo, no despertaba y su madre fue a levantarlo, pero todos los músculos de su cuerpo, incluido su corazón, ya se habían declarado en huelga.
J. CH.